Hace 178 años, un grupo de 148 pioneros mormones —en su mayoría hombres— entró por primera vez al Valle del Lago Salado sin intención de marcharse. Así comenzó la historia moderna de Utah.
Un viaje de 1,031 millas rumbo al desierto
En julio de 1847, después de 111 días de viaje desde Winter Quarters (hoy Omaha, Nebraska), un grupo de pioneros liderado por Brigham Young llegó al Valle del Lago Salado. Fue la primera avanzada de colonos no indígenas en asentarse permanentemente en la región.
Eran 148 en total. Pero lo que pocos recuerdan es que se trató, esencialmente, de un viaje entre hombres.
Solo tres mujeres formaban parte del grupo: Harriet Young (esposa de Lorenzo), Clarissa Young (esposa de Brigham) y Ellen Kimball (esposa de Heber). Las acompañaban dos niños de 6 años. El resto —143 hombres entre 18 y 62 años— fueron seleccionados a mano por su fuerza y habilidad para preparar el terreno para futuras oleadas de colonos.
«Fueron seleccionados por su capacidad física y su espíritu pionero», explica W. Paul Reeve, historiador de la Universidad de Utah.
William Clayton, el cronista del desierto
Uno de los integrantes más destacados fue William Clayton, de 32 años, quien además de escribir el himno “Come, Come Ye Saints”, fue designado cronista oficial del grupo. A pesar del dolor de muelas y otros malestares, nunca dejó de escribir.
Su diario describe cacerías, tormentas eléctricas, encuentros con búfalos, ríos peligrosos y vastas praderas. El 5 de mayo escribió: “Debemos haber visto al menos 50,000 búfalos”.
Aventura y disciplina
Aunque el viaje tenía algo de aventura, la caza y la pesca eran una necesidad, no entretenimiento. Viajaban por mandato divino, buscando un lugar donde los Santos de los Últimos Días pudieran practicar su fe en paz. Pero también eran 143 hombres solos, sin supervisión femenina… y eso trajo problemas.
El 29 de mayo, casi a mitad de camino, Brigham Young detuvo la caravana para reprender al grupo. El sermón, registrado por Clayton, tiene más de 4,400 palabras. Les advirtió que no seguirían avanzando si no corregían su comportamiento.
“No tengo prisa… Estoy a punto de rebelarme contra el espíritu que reina en este campamento”, dijo Brigham.
Young criticó el juego de cartas, las discusiones, el lenguaje vulgar, las bromas pesadas, e incluso el baile. Exigió arrepentimiento inmediato. No salieron hasta la 1:30 p.m., luego de que todos prometieran cambiar.
Eran humanos, como todos
¿Lo lograron? No del todo. “Eran seres humanos”, recuerda el historiador Reeve. “Sentían euforia, ira, alegría, frustración… igual que nosotros”.
Pero cumplieron su misión. Dos meses después, gracias al camino que ellos abrieron, más de mil nuevos pioneros llegaron al valle, esta vez con una mayoría femenina.
Y así comenzó la historia de Utah.