En una votación ajustada de 211 a 206, la Cámara de Representantes de Estados Unidos, controlada por los republicanos, aprobó este jueves un proyecto de ley que formaliza la orden ejecutiva del presidente Donald Trump para cambiar el nombre del Golfo de México a «Golfo de América». La medida, impulsada por la representante Marjorie Taylor Greene (R-Ga.), obliga a las agencias federales a actualizar todos los documentos, mapas y registros oficiales con la nueva denominación en un plazo de 180 días.
Este cambio, que se aplicaría únicamente dentro del territorio estadounidense, ha generado una intensa controversia tanto a nivel nacional como internacional. Mientras que los partidarios lo ven como un acto de afirmación nacionalista, los críticos lo consideran una distracción innecesaria y una provocación diplomática.
Un gesto simbólico con implicaciones políticas
La propuesta de renombrar el Golfo de México fue inicialmente presentada por el presidente Trump mediante la Orden Ejecutiva 14172, firmada poco después de asumir su segundo mandato en enero de 2025. La orden especifica que el nuevo nombre se aplicaría a la plataforma continental estadounidense del golfo, sin afectar las aguas internacionales ni las zonas pertenecientes a otros países.
Los defensores del cambio argumentan que refleja la importancia estratégica y económica del golfo para Estados Unidos. «Es un reconocimiento al papel vital que juega esta región en nuestra seguridad energética y económica», declaró la representante Greene durante el debate en la Cámara.
Sin embargo, los opositores ven la medida como un intento de desviar la atención de asuntos más urgentes. «Este es el proyecto de ley más absurdo que he visto en mis seis años en el Congreso», afirmó la representante Mary Gay Scanlon (D-Pa.).
Reacciones internacionales y resistencia diplomática
La iniciativa ha sido recibida con escepticismo y rechazo por parte de la comunidad internacional, especialmente por los países que comparten el Golfo de México. La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, expresó su desaprobación, recordando que el nombre «Golfo de México» ha sido reconocido internacionalmente desde el siglo XVII. En una carta dirigida al CEO de Google, Sundar Pichai, Sheinbaum instó a la empresa a mantener la denominación histórica en sus plataformas.
Asimismo, el gobierno del Reino Unido anunció que no adoptará el nuevo nombre en sus mapas y documentos oficiales, subrayando que un solo país no puede cambiar unilateralmente el nombre de una entidad geográfica compartida.
Organismos internacionales como la Organización Hidrográfica Internacional (OHI) y el Grupo de Expertos de las Naciones Unidas en Nombres Geográficos (UNGEGN) han señalado que cualquier cambio en la nomenclatura de cuerpos de agua requiere el consenso de todos los países ribereños. En este caso, sería necesaria la aprobación de México, Cuba y Estados Unidos para que el nuevo nombre tenga reconocimiento internacional.
Implicaciones legales y administrativas
Si bien la medida tiene un alcance limitado al territorio estadounidense, su implementación conlleva desafíos logísticos y legales. Las agencias federales deberán revisar y actualizar una vasta cantidad de documentos, mapas y sistemas de información para reflejar el nuevo nombre, lo que implicará un gasto significativo de recursos públicos.
Además, la medida podría generar confusión en ámbitos como la navegación marítima, la meteorología y la gestión de recursos naturales, donde la coordinación internacional es esencial. Por ejemplo, el estado de Florida ya ha comenzado a utilizar la denominación «Golfo de América» en sus alertas meteorológicas, lo que podría complicar la comunicación con agencias de otros países que no reconocen el cambio.
El camino hacia el Senado y perspectivas futuras
El proyecto de ley ahora se dirige al Senado, donde enfrenta un panorama incierto. Dado que los demócratas tienen una mayoría estrecha y que se requiere una mayoría cualificada para superar posibles obstrucciones, es probable que la medida enfrente obstáculos significativos.
Mientras tanto, el debate sobre el cambio de nombre del Golfo de México continúa alimentando tensiones políticas y diplomáticas. Más allá de las implicaciones simbólicas, la controversia pone de relieve las complejidades de la política internacional y la importancia de la cooperación en la gestión de recursos compartidos.
Equipo BLUJOURNAL