En un movimiento que ha generado controversia tanto a nivel nacional como internacional, el gobierno de Estados Unidos, bajo la administración del presidente Donald Trump, ha intensificado sus esfuerzos para deportar a inmigrantes indocumentados a terceros países, independientemente de su nacionalidad. El secretario de Estado, Marco Rubio, ha sido el principal impulsor de esta política, buscando acuerdos con naciones como El Salvador y Guatemala para que reciban a estos migrantes.
El acuerdo con El Salvador
El pasado 3 de febrero, Marco Rubio anunció un acuerdo sin precedentes con el presidente salvadoreño, Nayib Bukele. Según este convenio, El Salvador aceptará la deportación de inmigrantes indocumentados que hayan cometido crímenes graves en Estados Unidos, sin importar su país de origen. Esto incluye a miembros de pandillas como la MS-13 y el Tren de Aragua. Además, Bukele ofreció alojar en cárceles salvadoreñas a delincuentes peligrosos de nacionalidad estadounidense que estén presos en Estados Unidos, tanto ciudadanos como residentes legales.
Rubio calificó esta oferta como «una señal del increíble amigo» que es El Salvador para Estados Unidos, destacando que ningún país había hecho jamás una oferta de amistad similar. Sin embargo, esta propuesta ha generado preocupaciones legales y éticas, ya que deportar ciudadanos estadounidenses a cárceles extranjeras podría enfrentar una significativa oposición legal.
La megaprisión CECOT y las implicaciones
El Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT), una cárcel de máxima seguridad en El Salvador, ha sido designado como el lugar donde se alojarán estos deportados. Con capacidad para más de 40,000 detenidos, actualmente alberga a unos 16,000 criminales, principalmente de las pandillas MS-13 y Barrio 18.
Bukele ha propuesto que Estados Unidos pague una tarifa por cada prisionero alojado en el CECOT, lo que haría sostenible el sistema penitenciario salvadoreño. Esta medida ha sido criticada por organizaciones de derechos humanos, que advierten sobre la falta de debido proceso y las condiciones en las que se encuentran los detenidos.
Expansión de acuerdos a otros países
No solo El Salvador está en la mira de Estados Unidos para estos acuerdos. Durante su gira por Centroamérica, Marco Rubio también logró un acuerdo con Guatemala. El presidente guatemalteco, Bernardo Arévalo, indicó que su país aceptará a migrantes de otras naciones que sean deportados desde Estados Unidos, aumentando en un 40% el número de vuelos de personas deportadas.
Estos acuerdos forman parte de una estrategia más amplia de la administración Trump para endurecer su política migratoria y combatir el crimen transnacional. Sin embargo, han sido objeto de críticas por parte de defensores de los derechos humanos y expertos legales, quienes cuestionan la legalidad y la ética de deportar a personas a países donde podrían enfrentar condiciones inhumanas o persecución.
Controversias y desafíos legales
Uno de los casos más emblemáticos que ha generado indignación es el de Kilmar Abrego García, un salvadoreño que fue deportado a pesar de una orden judicial que le permitía quedarse en Estados Unidos debido a amenazas de pandillas en su país natal. El presidente Trump y el presidente Bukele han resistido los llamados, incluida una decisión de la Corte Suprema, para devolver a García a Estados Unidos.
Además, Rubio ha afirmado que las decisiones de política exterior recaen en el poder ejecutivo, minimizando la supervisión judicial. Sin embargo, en una entrevista reciente, Rubio también reconoció que las personas en suelo estadounidense tienen derecho al debido proceso bajo la Constitución, lo que contradice declaraciones anteriores del presidente Trump y la fiscal general Pam Bondi.
La política de deportar a inmigrantes indocumentados a terceros países, independientemente de su nacionalidad, representa un cambio significativo en la estrategia migratoria de Estados Unidos. Si bien busca abordar preocupaciones de seguridad nacional y combatir el crimen transnacional, plantea serias preguntas sobre los derechos humanos, el debido proceso y las implicaciones legales de tales acciones. A medida que estos acuerdos se implementan, la comunidad internacional y los defensores de los derechos humanos estarán observando de cerca sus desarrollos y consecuencias.
Equipo BLUJOURNAL