Un nuevo informe publicado por la Asociación Estadounidense del Pulmón (American Lung Association, ALA) ha revelado un dato alarmante: cerca de 156 millones de personas, aproximadamente el 47% de la población de Estados Unidos, respiran aire que no cumple con los estándares mínimos de calidad. Esta cifra, la más alta registrada en la última década, supone un incremento de 25 millones de personas en comparación con el informe del año anterior.
El informe titulado “Estado del Aire 2025”, basado en datos recopilados entre 2021 y 2023, no solo ofrece una fotografía de la creciente amenaza que representa la contaminación atmosférica, sino que también lanza una advertencia contundente: de no tomarse medidas inmediatas y contundentes, las consecuencias para la salud pública serán graves y prolongadas.
Los enemigos invisibles: Ozono y partículas finas
Dos contaminantes son los principales responsables de esta crisis: el ozono a nivel del suelo, comúnmente conocido como smog, y las partículas finas, conocidas como PM2.5 o hollín.
El ozono, que se forma cuando los contaminantes emitidos por vehículos, centrales eléctricas e industrias reaccionan con la luz solar, es particularmente perjudicial durante los meses cálidos. Inhalarlo puede causar inflamación pulmonar, exacerbar el asma y reducir la función respiratoria incluso en personas sanas.
Las partículas finas, por su parte, son diminutos fragmentos de materia —desde polvo hasta productos químicos tóxicos— que pueden penetrar profundamente en los pulmones e incluso ingresar al torrente sanguíneo. Su presencia se ha relacionado con enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares, cáncer de pulmón y deterioro cognitivo.
Mapa de una nación contaminada
Aunque ningún estado es completamente inmune a la contaminación, el informe señala a California como el epicentro de esta crisis. Nueve de las 25 ciudades más contaminadas del país se encuentran en el estado dorado. Bakersfield y Visalia encabezan la lista en contaminación por partículas, mientras que el área metropolitana de Los Ángeles sigue siendo la más afectada por los niveles de ozono.
Otras regiones con índices preocupantes incluyen Phoenix, Arizona; Denver, Colorado; y Pittsburgh, Pensilvania. Incluso áreas tradicionalmente consideradas “verdes” como Salt Lake City o Anchorage han experimentado picos de contaminación en los últimos años, atribuibles principalmente a incendios forestales o condiciones climáticas extremas.
Desigualdad ambiental: quiénes respiran el peor aire
El informe pone un énfasis especial en las disparidades raciales y socioeconómicas en la exposición a la contaminación. Según la ALA, los afroamericanos y latinos tienen muchas más probabilidades de vivir en zonas con niveles peligrosos de contaminación. Específicamente, los latinos son casi tres veces más propensos que los blancos no latinos a residir en áreas con malas calificaciones en todas las categorías de calidad del aire.
Este fenómeno no es casual: se relaciona con décadas de políticas de planificación urbana, zonificación industrial y segregación racial. Las comunidades de bajos ingresos, a menudo situadas cerca de carreteras, refinerías o plantas industriales, pagan el precio más alto en términos de salud pública.
Cambio climático: el catalizador silencioso
El cambio climático agrava de forma directa e indirecta la crisis de calidad del aire. Las temperaturas más altas aumentan la formación de ozono, mientras que la sequía y la disminución de la humedad del suelo elevan la presencia de polvo y partículas en suspensión.
Un ejemplo reciente fue la temporada de incendios forestales en Canadá durante el verano de 2023, cuyos efectos se sintieron desde la costa este hasta el medio oeste de Estados Unidos. El humo cruzó fronteras y elevó los niveles de contaminación en ciudades como Nueva York, Chicago y Detroit a niveles récord.
Salud pública en jaque
Los efectos sobre la salud son contundentes. Según datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), en los últimos tres años se ha registrado un incremento del 18% en las hospitalizaciones por afecciones respiratorias y cardiovasculares en áreas con mayor contaminación.
Los niños, cuyos pulmones aún están en desarrollo, son especialmente vulnerables. También lo son los ancianos, las mujeres embarazadas y las personas con enfermedades crónicas como EPOC, diabetes o afecciones cardíacas. La exposición a contaminantes del aire también se ha asociado con bajo peso al nacer, deterioro cognitivo en adultos mayores e incluso con una mayor incidencia de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.
Políticas públicas y retrocesos
El informe también critica la falta de avances legislativos y regulatorios en materia de calidad del aire. Durante esta administración Trump, se han recortado fondos a la Agencia de Protección Ambiental (EPA) y se han relajado normativas sobre emisiones. Aunque en la administración Biden se intento revertir algunas de estas decisiones, los efectos han sido lentos y, en muchos casos, insuficientes.
Además, los esfuerzos por implementar tecnologías limpias se enfrentan a una fuerte resistencia política y económica, especialmente en estados donde la economía depende en gran medida del petróleo, el gas y el carbón.
Soluciones urgentes y necesarias
La American Lung Association propone un conjunto de medidas concretas para enfrentar la crisis. Entre ellas destacan:
- Reforzar los estándares federales de calidad del aire, incluyendo límites más estrictos a los niveles de ozono y partículas PM2.5.
- Invertir en transporte público limpio y accesible.
- Promover la transición hacia fuentes de energía renovable como la solar y la eólica.
- Proteger legalmente a las comunidades más expuestas a la contaminación.
- Incentivar la investigación y desarrollo de tecnologías industriales más limpias.
“Vamos a sufrir las consecuencias”
Las palabras de Harold Wimmer, presidente de la Asociación Estadounidense del Pulmón, son claras y contundentes: “Si no actuamos ahora, vamos a sufrir las consecuencias por generaciones. Respirar aire limpio no debe ser un privilegio, sino un derecho humano básico”.
El informe “Estado del Aire 2025” no es solo un diagnóstico sombrío; también es una llamada de atención y una hoja de ruta. Los próximos años serán cruciales para revertir la tendencia ascendente de la contaminación atmosférica y garantizar un futuro respirable para todos los estadounidenses.
Equipo BLUJOURNAL